(de la serie Las amigas de Zenobia)
"He de amoldarme a ti como el rio a su cauce, como el mar a su playa, como la espada a su vaina"
La autora de este poema fue la poeta cubana Dulce María Loynaz, y al leerlo uno se imagina a la mujer sumisa, siempre complaciente, deseosa de agradar. Nada más lejos de la verdad.
Dulce María no tenía nada de sumisa, de hecho, nunca se sometió a la revolución, permaneció confinada en su casa del Vedado en La Habana por decisión propia y el sistema cubano sólo se acordó que ella existía cuando le dieron el premio Cervantes en 1992. Pasó más de treinta años ignorada por no encausar su obra hacia los intereses fidelistas.
Era hija de un general y le gustaba decir que las hijas de militares nunca tenían miedo, tal vez fue por eso que vivió su vejez sola, hasta los 94 años. Se casó dos veces, primero con un primo de quién se divorció y luego con el periodista Pablo Álvarez de Caña, quien abandonó la isla en 1961 para realizar un largo viaje.
Su casa en el Vedado está intacta, tal vez demasiado, se nota la diferencia abismal con el inmenso deterioro de las otras casonas del reparto. En las paredes del salón principal hay largas vitrinas donde se exhiben todos sus abanicos. Adoraba los abanicos, decía que eran bellos y no servían para nada, pero muchos curiosos que se asomaban a la verja de su casa para llevarse una imagen de la poeta en su exilio interno, la vieron abanicarse afanosamente durante los calurosos mediodías de La Habana. Ella no aceptaba que le dijeran poetisa.
En su exilio interno |
En 1936, cuando Juan Ramón Jiménez y su esposa Zenobia Camprubí llegaron exiliados a Cuba, hicieron contacto.
Dulce María con los poetas cubanos |
A Juan Ramón le habían encargado unos libros de texto para niños en Puerto Rico pero fue evidente que sería más conveniente producirlos en La Habana, por eso llegaron allí y de inmediato se pusieron en contacto con los poetas cubanos. Juan Ramón ya sabía que en la isla había un grupo importante dedicado a la poesía y estaban deseosos de conocerlos, gesto poco usual en el poeta andaluz que se sintió muy bien en La Habana. Juan Ramón quedó tan encantado con todos ellos que pronto emprendió el proyecto de la antología.
Dulce María Loynaz les hizo a los Jiménez un préstamo invalorable: una radio que colocaron en su habitación del Hotel Victoria. Justamente por esa radio siguieron todas las incidencias de la guerra civil española hasta que a principios de 1939 dejaron la isla.
Juan Ramón y Zenobia visitaban por las tardes a Dulce María, se sentaban en el salón de los abanicos para conversar sobre literatura y tomar el té, también de tarde en tarde se les unían los hermanos de Dulce María, también poetas. Juan Ramón la incluyó en su antología "La poesía cubana en 1936".
Dulce María Loynaz obtuvo muchos premios como poeta pero la mayoría se los dieron en el exterior.
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