martes, 26 de julio de 2011

ZENOBIA EN EL EXILIO (extracto de Las siluetas del fuego)

-¿Betico?
-Betico es un morenazo cubano músico. Se me acercó en la cola del Coppelia para decirme que estaba equivocada, que los extranjeros no hacíamos cola y me señaló otra casilla que estaba libre para que comprara mi helado. Me molestó, francamente me molestó mucho colearme a los cubanos que tenían horas esperando para comerse su helado. Cuando salí me esperaba Betico, quien había notado mi disgusto, y me propuso que me llegara esa noche a escucharlo tocar en El Nacional, los cubanos son así de espontáneos y no les gusta que uno amarre la cara. Me explicó que tocaba en la noche con Pablo Milanés, pero me propuso que nos encontráramos al atardecer en la terraza frente al mar.
-¿Te invitó a un mojito o a un daiquirí?
Continúo sin hacerle caso a la pregunta de Marisa porque tendría que explicar cosas sobre los hoteles en La Habana que ella debería saber.
-Cuando llegué al Hotel Nacional me sentí en el Caribe de Ava Gardner, aunque comprendí que ya no era un escenario digno de su glamour. El lobby es un pasadizo sevillano lleno de turistas arrasados por el sol de Varadero y a cada paso un stand donde venden fotografías del Che. Sales hacia la terraza y te encuentras bajo altas arcadas que protegen corredores desde donde contemplas ese “trozo de Paraíso”, como definió Zenobia el paisaje de palmeras con el mar de fondo. Estoy segura de que Zenobia se sentó allí mismo a conversar con Elena Mederos sobre el Lyceum Club de La Habana, no me queda duda, imposible que no sea así.
Me levanto porque quiero escenificar lo que viene.
- Luego caminé hacia el mar, hacia el malecón y escuché cada vez más claramente:
"Los marcianos llegaron ya y llegaron bailando cha-cha cha..."
Marisa me observa con los ojos muy abiertos y no puede resistir el embrujo de mis pies que saltan al ritmo de mi canto, mientras mis brazos hacen círculos desde los codos, como si ya no existiera coyuntura. Mi amiga boricua se levanta también, se coloca al lado mío, y realiza unos pasos de cha-cha-cha con una perfección increíble.
"Ricachá, ricachá, ricachá..."
Estamos paralizadas una frente a otra, hasta que Marisa grita:
-¡Queridos cubanos del Caribe, no joda!
Yo vuelvo a mi silla para estabilizar mi jadeo y, cuando Marisa termina sus piruetas, me pregunta:
-¿Cómo bailas tan bien el cha-cha-cha?
-Me enseñó mi mamá hace años- contesto y continúo mi relato.- Esos queridos cubanos cantaban con un ritmo único ante el contento de un público sentado en mesas redondas, bebiendo mojito y disfrutando de un usual y espectacular atardecer en el Mar Caribe. Betico, cuando me detectó, cambió de canción y se lanzó un “Sabor a Mi” verdaderamente histórico, por lo menos para mi.
-¿Betico cantante?
-¡Claro! ¿Si no cómo piensas que me pudo citar un cubano al hotel Nacional? En realidad es un gran músico, ha estudiado mucho y se redondea durante las tardes en el hotel.
Estoy contando esta tarde memorable en el hotel Nacional y no paro de imaginarme a Zenobia bajando del hotel Vedado hacia el mar, luminosa, como la describe Fina García Marruz, con su trajecito comprado recientemente en la tienda Ten Cent que le fascina, trajecito fresco que mueve la brisa constante, única concesión que hace el clima por las tardes y cuando ya ha bajado el inclemente sol, un sol que pega más fuerte que en cualquier parte del trópico; “el trópico me está quitando las energías” escribió Z en su diario pleno de actividades que desestima. Supongo que Juan Ramón se ha quedado en el hotel trabajando meticulosamente en los libros encargados por Puerto Rico: “Poesía puertorriqueña. Antología para niños”, dos tomos. Juan Ramón en La Habana hace contacto con la gente sencilla, me lo explicó la misma poetisa García Marruz, Juan Ramón vivió esta ciudad de manera muy diferente que Zenobia, me aclaró Fina intercalando versos de JR que recuerda completicos con envidiable memoria.
EAL
Juan Ramón Jiménez, Berta Singerman y Manolito en La Habana

miércoles, 20 de julio de 2011

LA REVOLUCIÓN ES COMO UN TREN Y EN ESTA PARADA TE BAJAS TU
(de la serie "Las amigas de Zenobia")

Elena Mederos estaba en la Sierra Maestra el 17 de mayo de 1959 cuando se firmó la Reforma Agraria de La Plata, en ella fueron confiscadas las siembras de caña de azúcar que habían sido de la familia de su esposo. De hecho, ella fue una de las firmantes como Ministra de Bienestar Social, cargo que había creado Fidel especialmente para Elena y en el que duró poco.
Parece que unos días después de decretada la Reforma Agraria, en Junio, Castro la llamó y le dijo: "Elena, la revolución es como un tren, en cada parada se baja alguien y en esta parada te bajas tu". Sin importarle todo el aporte de Mederos a la creación del Servicio Social de su país mucho antes de que los revolucionarios le ofrecieran mejorarle la vida a los más necesitados, la despidió sin miramiento alguno porque estaba convencido de que la historia lo absolvería de esto también.
Elena Mederos había trabajado durante más de treinta años en el Lyceum de La Habana, centro de la vida cultural de la ciudad, y fue quién le dio el caracter de acción social que lo hizo bien particular. En ese lugar se conocieron Elena y Zenobia Camprubí, allí mismo comenzaron sus acciones para mejorar las condiciones de vida de los presos de la cárcel de Guanabacoa. 


Era apenas 1936, cuando, a pesar del exilio, Zenobia podía tomarse un vermut en el Hotel Nacional y luego caminar hasta el Hotel Vedado donde la esperaba Juan Ramón, rodeado de admiradoras; faltaban más de veinte años para que llegara la revolución que acabó con el Lyceum en 1986, cerró definitivamente el centro cultural más importante, a pesar del gran malestar que causó a sus integrantes, que nada pudieron hacer.
Hotel Nacional, La Habana
Hotel Vedado, ahora Victoria, La Habana

¿Cómo es posible que Elena Mederos se haya montado en ese tren? 
Elena llevaba toda una vida ocupándose de los demás, es así, hay personas a las que le duelen más los otros. Es probable que se haya entusiasmado con las ofertas de la revolución y tal vez Fidel Castro la sedujo porque necesitaba a alguien de su trayectoria en su nuevo Ministerio de Bienestar Social, ya se sabe que puede ser muy convincente y astuto para lograr recursos y adhesiones; ella creyó que por fin iba a tener apoyo para todos sus proyectos sociales, le pareció que con esta nueva gente había oportunidades para las mujeres, detalle importante porque había luchado mucho por el voto femenino, en fin, lo que había pasado en su país era muy malo y esto prometía ser mejor... o menos malo.
La historia de siempre.
Luego de que Fidel la despidió, Elena se quedó por dos años en Cuba. La vida se le hizo difícil, decían los barbudos que ella conspiraba. Tuvo que salir, aunque no se lo pusieron fácil. Comenzó una nueva vida con la UNICEF en Washington, haciendo lo que sabía hacer, sin que la bajaran de ninguna parte.


Esta frase me ha producido un sueño recurrente: veo desde lo alto una larga linea de tren con estaciones cada cierto trecho, el tren va rodando y cuando hace alguna parada se bajan unos personajes cabizbajos, entran por la puerta del pequeño edificio y ya no se ven más, se desaparecen. Es obvio que quien maneja el tren en mi sueño fuma tabaco, hasta siento el olor.




Epa...a este lo bajan!

miércoles, 13 de julio de 2011



LOS SIQUIATRAS TAMBIÉN TRIANGULAN
Morgensen-Freud- Fassbender-Jung

Siempre recuerdo lo que entendí sobre las teorías del profesor Jung en un primer momento: cuando uno realiza algún trabajo manual y se embebe en él, automáticamente afloran las imágenes del subconsciente hacia el consciente y uno comienza a elaborar aquello muy escondido en nuestra psiquis que nos está molestando hace rato. En esa ocasión le di un descanso a mi lavadora automática y pasé semanas restregando frenéticamente la ropa blanca con jabón las Llaves en el jardín de mi casa. Es increíble lo que uno puede hacer tratando de entender lo que sucede dentro del propio cerebro, sólo para conservar cierta sanidad mental ante los acontecimientos.
Por supuesto que mi conocimiento de Carl Jung fue siempre distante, a través de sus libros o a través de algunos talleres que organizaban los junguianos en Caracas, pero por razones familiares, recientemente, he podido acercarme a algunos de sus escenarios que antes me parecían imposibles por lejanos.
Torre de Bollingen, Lago de Zurich
Una vez llegué hasta su torre de Bollingen y no pude entrar porque estaba prohibido el paso, la rodeaba una espesa vegetación, sembrada especialmente para ocultarla, que me obligó a conformarme con mis recuerdos de las imagenes de Carl Jung construyendo muros alrededor de su casa de retiro a orillas del Lago de Zurich; no sé si fue el mismo profesor quien dijo que esas piedras sobre piedras eran representaciones de la estructura de la psiquis o esto lo escribió alguno de sus interpretes, pero podría ser que estuviera trabajando con sus manos en la búsqueda de ciertas imágenes que le hacían falta para exorcizar algunos recuerdos.
Küsnacht, Zürichsee
Su vida diaria y convencional la llevaba en Küsnacht, justo en la orilla de enfrente de Bollingen, en la llamada costa dorada del lago. En Küsnacht descubrí el mundo de refinamiento que había rodeado a los Jung, un refinamiento austero y una vida organizada, representada principalmente por Emma Jung y una muy bonita casa donde hoy en día funciona el instituto Carl G Jung.
Aunque se sabe que no siempre la vida del profesor fue tan comedida: en Junio de 1909 le escribe a Viena a su profesor Freud: "Spielrein es la persona sobre quien ya le escribí... ella planificaba sistemáticamente seducirme, lo cual yo consideraba inoportuno. Ahora está buscando vengarse". Esta era la explicación que le daba Jung a su mentor cuando este le informó que había recibido una carta de Sabina Spielrein pidiéndole una cita y que por lo que había podido entender entre lineas consideraba que lo más conveniente era salirse de un potencial problema. Freud escribe: "¿Quién es ella? ¿Una charlatana o una paranóica?"
Sabina Spielrein – Russia and Switzerland – 1885-1942

Evidentemente Spielrein, Jung y Freud estaban triangulando: Sabine le pide una cita al mentor de su siquiatra, el mentor le pide explicaciones a su alumno y asoma un consejo de una vez; el discípulo y siquiatra da explicaciones diferentes a cada uno para intentar justificar su actitud, su genuino derecho.
Sabina Spielrein había sido la primera paciente de Carl Jung en Burghölzli, el hospital psiquiátrico de la Universidad de Zurich; ella era una joven rusa muy apasionada que había llegado de Rostov en 1904 con un diagnóstico de histeria psicótica. En 1905 estaba totalmente curada y comenzaba a estudiar medicina en la misma universidad.
Unos años después, cuando sucedía este intercambio de cartas entre Spielrein, Freud y Jung, ya hacía un tiempo que el profesor había modificado el tratamiento de su paciente, por su cuenta, y estaba viviendo con ella un intenso romance, excusando el haber traspasado los límites con una paciente porque necesitaba descifrar su pasión de dios ario por una judía rusa, mientras, ella se empeñaba en que tuvieran un hijo varón que llamarían Sigfrido. Freud no iba muy equivocado al solicitar prudencia.
Sabina Spielrein culminó sus estudios de siquiatría con una tesis brillante sobre la esquizofrenia, y, hoy en día, sería parte de los pioneros del psicoanálisis si no hubiera vuelto a Rusia, donde esta disciplina fue totalmente rechazada por los bolchevique. Su vuelta a Rostov también fue una decisión equivocada porque la asesinaron junto a sus dos hijas en la sinagoga, en el año 1942, y reposa en una fosa común con 27.000 habitantes judíos de la zona.
Se ha escrito mucho sobre el tema, se han hecho piezas de teatro, biografías, informes médicos, y pronto sabremos mucho más sobre el caso: " A Dangerous Method"






domingo, 10 de julio de 2011

CÓRCEGA PARA ROBERTO
Hace poco, a finales de Junio, en Caracas, la Fundación Herrera Luque convocó para un conversatorio a los descendientes de corsos en Venezuela, que son muchos. Como yo no pude asistir, Roberto Lovera De Sola me pidió que le enviara un texto, que él con gusto leería. Este es:

SEPARADOS POR EL ATLÁNTICO
Marina la Scala, Pino, Cap Corse
Mientras contemplo las olas que baten furiosas contra el muro de piedra de la Marina de Pino, en el Cabo Corso, imagino la figura de mi bisabuelo caminando hacia la barca que lo sacó de estas tierras, las que le tocaron por nacimiento. Me pregunto si le gustaría el tono azul del Mediterráneo tanto como me gusta a mi. Su color profundo me sugiere mil historias, por eso, siempre que lo veo siento el deseo de quedarme frente a este mar hasta que acabe de contarlas.
El azul del Mediterráneo es completamente distinto al color de nuestro mar Caribe, tiene que ver con el sol que los alumbra, pero prefiero atribuir la diferencia a las barcas y a las personas. 
Waraos, Caño de Ajíes, Delta del Orinoco
No hay forma de imaginar una estilizada curiara navegando por estas aguas, le faltaría la suave corriente que la impulsa por el caño y la bella luz del trópico; tampoco me imagino a un indio warao, que se ha deslizado silencioso por el Delta desde hace 17.000 años y dentro de una naturaleza rica en plantas y animales, conformándose con un mar frío y mucho menos exuberante; sin embargo, los barcos europeos, los que primero surcaron por estas latitudes, se arriesgaron, cruzaron el Atlántico y llegaron al Caribe para hacerlo suyo.
Sólo encuentro similitud entre estos dos mares al recordar la violencia del choque de las olas contra el bote cuando uno se acerca a la Boca de Drago, ese paso obligado entre la isla de Trinidad y la Península de Paria. Aún, si uno decide llegar solamente hasta la ensenada de Macuro, será sometido por las olas inmensas que crean las caudalosas corrientes del Delta al penetrar en el Caribe. En ese punto también hay un mar de color profundo.
Embarcación de ferry. Puerto de Livorno, Italia
En la marina Scala de Pino, mi bisabuelo se montaba en una barca precaria que lo llevaba hasta Bastía, y desde allí, en una embarcación de paso lento y movida por el viento, seguía su viaje hasta llegar a Marsella; era un viaje que representaba cierto riesgo por las tempestades, si uno se olvida de la temeridad de lo que venía después: el cruce del Atlántico. La travesía por el Mediterráneo es la misma que realizan los ferries de hoy en día y que les toma pocas horas; durante el verano atraviesan cargados de turistas que buscan sol y playa. Van y vienen entre la isla de Córcega y el Continente. Pueden salir de Marsella, de Toulon, de Niza y también desde Livorno, el inmenso puerto de la ciudad de Pizza; los que vienen de esa zona remedan el viaje que hicieron los que poblaron Córcega definitivamente, la gran similitud entre el italiano que se habla en la Toscana y el dialecto corsu lo confirman.
Mi bisabuelo llegó a mediados del siglo XIX al puerto de Carúpano, probablemente después de que su goleta tocó en la isla de Saint Thomas, otro reducto que le gustaba mucho a los corsos de Pino; en esa isla hizo su fortuna la familia Piccioni que luego emparentó con Gustavo Eiffel, el arquitecto de la Torre. Todavía los descendientes de ambas familias conservan el palazzo de los Piccioni en Pino Suprano.
Menos mal que a mi bisabuelo no se le ocurrió hacer una parada en Macuro porque se hubiera encontrado con las mismas inmensas olas que lo despidieron a la salida de su pueblo corso. Tuvo la suerte de llegar a un puerto que ya estaba en vías de ser el más organizado y pujante de Venezuela, sus paisanos, los que habían llegado de Córcega un poco antes, ya habían comenzado.
Archipiélago de Los Roques, Venezuela, Mar Caribe
Mi pasión por el Caribe es de vieja data, digamos que de siempre, su imagen la tengo grabada en mi memoria y soy capaz de verla cuando quiero, no se olvida, y tampoco disminuye mi anhelo por sentir el roce de sus aguas por mi cuerpo.
Torre genovesa, Pino, Cap Corse
Desde hace pocos años he incorporado el Mare Nostrum de Curzio Malaparte a la lista de mis querencias, no me queda más remedio; en los últimos tiempos lo he atravesado con frecuencia, he aceptado su aire melancólico y lo he ido comprendiendo mientras indago sobre la interesante vida de mi bisabuelo. Cuando voy al norte del Cabo Corso me paso horas observando sus mareas desde una torre genovesa que cuidó durante cuatrocientos siglos a mi familia que vivió en Pino. Lo que busco es grabar su imagen en mi memoria, definitivamente.

jueves, 7 de julio de 2011

LLEGARON LAS MARIPOSAS

Contemplo desde mi balcón de Ausiás Marc en el Fort Pienc una bella planta de geranios, novios los llamaba mi abuela, que compré no más llegar la primavera. Fue una compra compulsiva, un  impulso inexplicable porque no tengo los pulgares verdes. Aunque me encanta el alboroto de los colores de las flores y de las hojas, huyo de ser la dueña de alguna maceta frondosa porque seguro la asesino.
Hoy contemplo mi supuesta víctima que hasta el presente me ha sobrevivido y busco insistente las mariposas que revolotean a su alrededor, hasta estoy sintiendo el leve sonido que hacen sus alas, solo audible por oídos privilegiados como los míos que utilizan con creces mi imaginación. 
Como no las veo por ninguna parte, me recuesto en mi cama y acepto que las mariposas están más cerca, que llegaron inclementes a mi inocente estómago. 
Nada más abrí un ojo, está mañana, sentí un pequeño aleteo, no pasa nada, pensé, es algo leve. Pero cuando bajé a desayunar casa de mis amigos, los chinos, las mariposas habían tomado posesión de gran parte de mi estómago y no me pude comer completo el diario croissant. Entonces comencé todo el proceso de autoengaño: es verdad que no pasa nada, será sólo una hora frente a un público reducido, estaré acompañada por los adorables hermanos Kerrigan (Gregori Dolz e Ilya Pérdigo), por Josep Forment y Roger Clanchet, todos muy profesionales y solidarios, amigos entrañables, artífices de la editorial Alrevés, a quienes debo el resultado magnífico de "Las siluetas del fuego". Estará también Angela Vásquez, atenta a que todo salga bien, porque después de todo esta es también su obra como agente literaria: no hay nada que una colombiana y una venezolana, juntas y decididas, no puedan hacer.
Diré unas pocas palabras, daré las gracias, contestaré alguna pregunta si alguien tiene alguna curiosidad. Definitivamente no pasa nada.
Bueno, hoy es el día y tengo que soportarlas, pero espero que en la noche hayan desaparecido, que se vayan volando a buscar otra víctima o se acuesten a dormir para amanecer mañana más descansadas y compasivas . Y que me dejen beber un vinito en paz.