LA LLAMA DE LOS OTROS
Universidad de Puerto Rico |
Así fue como conocí a Nydia Lucca, profesora del post grado en psicología de la Universidad de Río Piedras y gran conocedora de nuestras raíces Lucca en el pueblo de Pino del Cabo Corso.
A ella misma le pregunté algo que me tenía curiosa desde hace unos meses y que había estado buscando insistentemente por internet: "¿tu sabes si Zenobia Camprubí, la esposa de Juan Ramón Jiménez, era pariente nuestra a través de su abuela Lucca?". Nydia me miró con una gran sonrisa y me contestó: "era tía de mi padre y por consiguiente pariente de ustedes los Lucca de Venezuela".
De ahí en adelante mi viaje entró en una nueva etapa: necesitaba saber mucho más sobre este parentesco y sobre Zenobia, me sentía cautivada por su personalidad y por su época, estaba ansiosa por leer sus diarios porque rondaba por mi cabeza el tema del exilio. Afortunadamente, Nydia compartía mi obsesión por la historia de Zenobia y estaba mucho más adelantada que yo, había coleccionado cantidad de recortes de periódicos sobre la estancia de los Jiménez en la isla y guardaba cantidad de entrevistas, material importante que me fue fotocopiando. Y un buen día me dio la gran sorpresa: "tenemos cita en la "Sala Zenobia y Juan Ramón Jiménez" de la Universidad para leer las cartas privadas de Zenobia, este es un privilegio que ella dejó sólo a los miembros de la familia Lucca provenientes de Pino".
Allí comenzó este relato, cuya originalidad debo a la generosidad de mi prima Nydia.
De regreso a Venezuela, toda turbada porque sólo deseaba pensar y vivir el tema de Zenobia para comenzar a escribir, tal como le había comentado a Nydia, tuve que caer de golpe en mi realidad: mis hijos habían abandonado el nido hacia tierras lejanas, mucho más allá del Caribe; habían atravesado el Atlántico en busca de buenas oportunidades de trabajo y mejor calidad de vida. Yo me había quedado sola en Caracas, en un exilio interno, mientras desbarataba una vida que desde hace unos meses me parecía sin sentido.
Afortunadamente contaba con mi hermana a quien le pedí asilo en cuanto vendí mi piso, solamente le solicité una habitación propia por un tiempo. Ya se sabe que eso es lo único que necesita una mujer que siente la necesidad de escribir.
Abjini y Danzas por La Paz |
Cuando terminé de escribir le dije a Abjini que estaba lista para irme, que tenía que buscar un destino para estos dos años de trabajo, y ella me contestó que sólo debía visualizarlo, que únicamente con imaginarme diariamente lo mejor para el relato de Zenobia lograría colocarlo donde convenía, que luego todo vendría solo.
Hubo sólo un momento de pánico durante esta temporada de trabajo y fue cuando comprendí que no deseaba escribir el exilio de Zenobia en La Habana sin conocer esa ciudad, necesitaba ir a Cuba pero no me decidía, algo inexplicable me retenía. Hasta que un día se lo comenté a mi buen amigo Simón Saturno, con quién chateaba constantemente mientras trabajaba. Al instante me escribió: "Siempre he deseado conocer La Habana, yo te acompaño".
Organizamos el viaje en tiempo record, aterrizamos en el Aeropuerto José Martí con un programa muy específico para una semana, no había tiempo para otra cosa que no fuera Zenobia en La Habana, y el tema más importante: lograr una entrevista con Cintio Vitier y su esposa Fina García Marruz, únicos poetas que aún vivían y habían sido amigos de Zenobia y Juan Ramón.
EAL
"Las Siluetas delFuego"